Me despierto día a día para bañarme, me visto día a día para desayunar y desayuno día a día para ir a un trabajo que no me gusta para comprar cosas que no necesito, desde la parte de trabajo en adelante lo escuche en una película, que no recuerdo cual es, pero creo que era buena.
Salgo bien temprano y bien vestido, de terno, pero como muchos otros que salen bien vestidos y bien temprano tengo que esperar el bus para poder llegar a la oficina y antes de las ocho para alcanzar a tomar un cafecito previo a comenzar la maratón de ocho horas y veinticinco minutos frente al escritorio, interrumpidas cada hora y media para fumar un cigarro e hidratarme un poco y lograr a duras penas llegar a la hora de almuerzo, para cuando termina el día volver a la casa y desparramarme sobre el sofá, intentando darme ánimos para el día siguiente, que aun no comienza y ya lo siento agotador.
Los miércoles todo cambia radicalmente, vamos después del trabajo a un pub cercano y nos olvidamos de las putas responsabilidades, todos somos solteros, yo verdaderamente los soy, pero otros y otras se olvidan de los hijos y de su contraparte que seguramente los esperan con la cena lista y cada miércoles la comida se enfría sobre el plato del trabajador ausente.
Por lo menos me gustaría que lo que me sucede fuera exclusivo, pero esa realidad es una especie de monotonía compartida por todos los trabajadores de la oficina, vendemos papeles y estamos en un quinto piso, bueno tenemos una vista privilegiada del smog capitalino. Me puedo dar el lujo de fumar en un balconcito que da a una calle que en algún momento intercepta la Alameda, que dicha ¿no?
Un día de aquellos que llueve, creo que era de arriba hacia abajo, me senté muy cerca de la baranda del balcón, con un cigarro y un café, disfrutaba ver pasar los paraguas en todas direcciones, algunos apurados y otros más calmos, algunos verdes opaco y otros negros (los más comunes), también tuve el lujo de ver cabezas desnudas y mojadas corriendo en busca de asilo y no me refiero que fueran cabezas ancianas. Luego lo que paso es que apareció Camila, no podía faltar una mujer en la historia. Camila es la secretaría del jefecito, debe tener unos veintitantos y se ve de veintitantos, simpática, buena presencia, eficiente y expresiva, más o menos eso debe poner en su currículum. Se dirigió a mi, sorpresa me hablo una mujer y no para preguntarme la hora, sino que para preguntarme si tenía frío y yo entumido, con los dedos morados y la piel de gallina, le respondí que no, cómo tendría frío frente a la secretaría del jefecito. Consideremos el frío que hacía en el ambiente, sumado a la frialdad entre nosotros y restémosle la calentura que provoca la falda de la secretaría, en conclusión hacía frío pero no tanto. Hablamos un rato, le ofrecí un cigarro lo acepto, luego otro y otro, cuando comencé a pensar que se acerco a mi porque le escaseaban los cigarros, saco una cajetilla nueva y me devolvió los tres cigarros ofreciéndome cada vez que ella sacaba uno. En un momento ella me dijo “Hoy es miércoles y yo soy soltera”, nunca he sido bueno para sustraer información y pensé que quería comentar que no tenía novio y que estábamos a mitad de semana.
Lamentable al día siguiente del miércoles de esparcimiento, por si no entienden me refiero al jueves, hicimos como si nada hubiera pasado, el desliz que tuvimos el miércoles lo olvidamos (en realidad yo lo tengo muy presente), bueno para mi no fue lo que uno llamaría un desliz, simplemente fue una noche con besos alcoholizados y uno que otro abrazo despechado, ¡soy el vendedor de papeles más poético que he conocido!
Viernes al fin termina la semana, son algo así como las tres veintisiete y no sé cuantos segundos, aun no aprendo a verlos mirando al sol. Fabuloso los viernes terminamos de laborar a las cuatro o las dieciséis mil para los fanáticos de películas gringas. Hoy ha sido un día plano, ¿no ha sucedido nada levantado? Algo así, nada especial, nada nuevo, seis encargos de no sé cuantas toneladas de papel blanco y muchos kilos de papel de diario. Miro el reloj como si mi pena de muerte se acercara, salí a fumar como contratado y me di cuenta que no había silla eléctrica esperándome, solamente fue que se acercaba el timbre de salida, quedaba poco menos de dos minutos y yo hastiado totalmente.
Ya se acabo, al fin terminamos este día y se me había olvidado comentar que empezaban mis vacaciones de invierno, las esperaba ansioso, por eso se me pasaba tan lento el viernes, pero se acabo comienza el relajo y Camila me pidió que la invitara a mi casa, todo suena lindo no, pero aun vivo con mis padres, no encuentro que tenga nada de malo vivir con ellos hasta más de los treinta.
Le dije: “vivo con mis padres” y ¡sorpresa! me invito ella a su departamento, ¡maldición! vive tan cerca de la oficina puede darse el lujo de despertar a las siete, numéricamente hablando es mejor que yo en todo aspecto.
Ya me estoy aburriendo de esta micro bitácora, si que finalizare contando lo que ocurrió la noche en el departamento de Camila, que en realidad no fue mucho lo que ocurrió.
Yo entre amoratado por el frío y el cambio de temperatura debe de haberme sentado mal, sentí un calor molesto en el estomago, “hay mijito le dio un enfriamiento” me decía la voz de mi fallecida abuela. Nos saludamos con un ridículo beso en la mejilla como si no supiéramos que luego las mejillas serían lo último que nos besaríamos. Me preparo un café, que tierna, me sirvió galletas de vainilla y chocolate, estaban rebuenas, acerco la estufa y la encendió (o la encendió y la acerco). Nos pusimos cómodos, aún vestidos, y le pregunte tímidamente si podía fumar en el departamento, rió y con un dejo de sarcasmo respondió, mientras encendía un fósforo (a la antigua) “No, los ceniceros son decorativos”. Luego abrí mi bolso y saqué un botella de vino, la descorche y nos lanzamos a disfrutar del juego de uva fermentado, mientras comíamos chocolate e inspirábamos alquitrán con nicotina, combinación afrodisíaca, ¿afrodita se vería tan bien con el escote que llevaba Camila?
Camila tiene el aspecto de ser una mujer simple, que disfruta con su condición de secretaría y de lucir sus buenas piernas cuando pasa frente a una construcción, pero para mi asombro ella es eso y también todo lo contrario, no entiendo bien como puede serlo, pero así es.
La media noche asechaba sobre nosotros y aún no recibía ni un solo beso, a todo esto llevábamos tres botellas de tinto y podría decirse que estábamos cuasi ebrios, ella un poco más que yo. Apagó la tele, ¿mencione que la prendió?, de cualquier modo fue una buena decisión, era mejor escuchar algo de rock de los ochentas que martirizarme viendo “el día menos pensado” (televisión nacional, comienza a las 23 PM día sábado, por si les interesa, el animador tiene un algo que es místico).
Camila no se había portado como otros días, era más natural, tenía menos labial pero su boca se veía más roja. Tomó el control de la radio y dejo el volumen cercano al cero, comenzamos a hablar sobre el clima, mala señal, muy mala, pero el clima se torno favorable, hacía un calorcito medio tropical y sus ropas comenzaron a aflojar, nos besamos (no cometimos la ridiculez de besar mejillas) y ella comenzó a suavizar (aún más) su trato hacia mi y yo comencé a creer que no era un sueño. La verdad yo no era un conocedor del genero femenino pero no podía pasar por novato, eso hubiese sido decepcionante por lo bajo, por suerte tenía claro como debía actuar con ella.
Finalmente nos acostamos y no a dormir, por si me creen puro y casto, lo pase muy bien, creo que estupendo grafica más la situación, su piel era tersa y más después de habernos “amado”.
Prendimos la televisión, lo digo en primera persona plural pero no porque se necesiten dos personas para encender un televisor, ya estaban dando las noticias del mediodía, Camila me dijo “pidamos alguna cosita para comer”, comida China después de haber practicado sexo Hindú o más conocido como kamasutra (no somos asiáticos).
Me quede dos días completos en su casa, no era necesario tener ropa limpia, andábamos desnudos las veinticuatro horas, luego fui a ver a mis padres y volví a la casa de Camila, cuando llegue la salude de beso en la mejilla ¿será que soy idiota?
La velocidad de los días cambió, tanto así que no me di cuenta cuando ya tenía toda mi ropa en su closet e incluso su cama de plaza y media fue reemplazada por una matrimonial, mis discos musicales estaban desparramados por el departamento y ya no era necesario estar ebrios para besarnos. Comencé a creer que esto era más que una noche de besos alcoholizados y abrazos despechados. Disfrutábamos almorzando juntos (cuando podíamos) y hablando de nuestros días que parecían ser todos iguales, no lo eran, cuando uno ama encuentra diferencias entre una mandarina y una clementina.
Pasamos mucho tiempo juntos, mantengo que la velocidad del tiempo cambió, comenzamos a usar la cama para dormir y empecé a disfrutar de las mañas de Camila. Un día de esos que utilizamos la cama para dormir nos dijimos que nos amábamos y según yo (nadie me lo quita de la cabeza) al día siguiente desperté, miré mi mano derecha y tenía una vistosa argolla de oro, ¿¡nos casamos!?
Camila renuncio a la empresa de papeles, le ofrecieron un mejor sueldo en otro lugar, era otro nivel de empresa… vendían cajas de cartón.
Al tiempo comprendí que nos despertamos día a día para bañarnos, nos vestimos día a día para desayunar y desayunamos día a día para ir a un trabajo que no nos gusta para comprar cosas que no necesitamos, para llevar esas cosas a un hogar que esta lleno del olor de la persona que amamos (no tengo hijos por eso no uso el plural) y en ese instante me di cuenta que “El club de la pelea” estaba equivocada ¡ese era el nombre de la película! por fin lo recordé, ya llevaba cinco años (y un día) esperando para acordarme el nombre de la película. Y lo mejor de todo es que ya no tengo que darme ánimos para comenzar el día siguiente, tengo quien me animé, casi lo olvidaba ¡bendición! ahora vivo en el departamento de Camila y soy yo el que se puede despertar después de las siete y otra cosa, esa noche en el departamento de Camila ocurrió más de lo que pensé que nunca ocurriría con la ex secretaría del jefecito.
lunes, 2 de noviembre de 2009
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