viernes, 18 de septiembre de 2009

Ce Aha Eme Hi Ele Aha.

Andaba como siempre, sin preocupaciones, sólo le importa ser bella, ser ella, la miran como espantados por su hermosura, no se preocupa del balbucear de la gente y sigue su camino, recto y sin prisa.
Yo la esperaba me sentía afortunado, era mía y todos la querían… todos, yo más que nadie. Se me acercó, inclinó su cabeza y besó mis labios, lenta y suavemente, fue un beso seco, de boca cerrada, pero dulce. Me preguntó cómo me encontraba y luego si la quería, siempre preguntaba lo mismo y siempre sabia la respuesta, era un sí, rotundo, firme y seguro, le dije que se veía bella y ella lo sabía, pero aún así actuó avergonzada, se ruborizo como si fuera real la sangre en sus mejillas, era toda una actriz, de las de verdad, de tablas.
Abrió su bolso, era rojo con puntos negros (o negro con puntos rojos) y sacó un paquete de cigarrillos largos, la abrió y poso uno en su boca, lo manchó con el labial y me hizo una mueca exigiendo fuego, aspiró y botó el humo azul que siempre la hacía ver muy interesante y guapa.
Luego tomó mi mano con fuerza y me dijo “ven quiero que veas algo bello”, me llevo de la mano varios metros y apuntó un parque, me acercó hasta el pasto y se sentó, recosté mi cabeza en sus muslos y comenzó a acariciar mi cabello, lo desenredaba mientras cantaba una canción en inglés que Ella sabía que no entendía, dormite algunos minutos y nuevamente se inclinó para besarme. Ella era inteligente a veces demasiado, era bella a veces demasiado, era simpática a veces demasiado y eso demasiadas veces me hacía sentir insuficiente, qué hacia una mujer como Ella en un lugar como ese con un tipo como Yo.
Sacó otro cigarrillo, lo encendió y junto mis manos con una de ella mientras inhalaba el alquitrán y la nicotina, susurró “óyeme”, cuando le dije qué introdujo el cigarro en mi boca y yo aspire profundo. Botó el humo que aún guardaba en su pecho y cuando lo hubo sacado me dijo que se había enamorado de mí, se abalanzo y me dio un largo beso, que me dejo sin respiración por un minuto, cuando nuestras bocas se divorciaron, exhale y respiré hondo y me reí, fue un sonrisa tímida, nada de carcajadas molestas, simplemente fue una sonrisa que dijo “yo también, no sabes cuánto”


Nos levantamos, me sacudió la espalda y comentó que le gustaba que fuera ancha, la hacía sentir segura. Nos tomamos de las manos, con los dedos entrelazados como un nudo indescifrable y nos dirigimos al videoclub, arrendaríamos un par de films y compraríamos algo para beber, luego a su departamento, veríamos (poco) las películas y luego nos dejaríamos llevar por la soledad, el alcohol y el amor (?)
El trayecto era largo, pero agradable, sin nudos de garganta que trabaran la conversación y sin imágenes penosas que deprimieran la situación, era perfecto, completo y lo más importante era nuestro, de los dos y nadie más.
Dos años llevaba esperando este momento, dos años de angustia, miedo e inseguridad por lo que vendría, pero valió las penas, ahora estaba con Francisca y todo andaba como debía… muy bien.
Cuando llegamos al apartamento, abrí mi bolso y le entregué un regalo que tenía para ella, era una jirafa de madera, de varios colores y que al apretar un botón que tenia, se desarmaba y su cuello caía por debajo de sus pies, era muy pintoresca, la tomó, luego la miró y finalmente musito –creo que esto va demasiado rápido, me regalaste una jirafa de madera, esas cosas llevan tiempo- luego rió, fue tierno, me fascino y lo hice saber.
Comimos ligero y bebimos fuerte, la situación era de lo mejor, era algo nuevo, me sentía embobado por su candidez, su dulzura era idílica y no quedaba más que disfrutarla (a la situación y a Ella), me aferre ciego a sus brazos y deje que me empapara de su olor y su amor, tal vez deje que me empapara demasiado.
Desperté muy temprano y me dedique a mirarla, su expresión era serena, honesta y veía el descanso en sus ojos. Me quede dormido nuevamente contra su pecho y el latir constante y suave me deslumbro… me enamoró y no me dejaría ir. Me estire hasta su frente y la bese, luego baje hasta sus labios, cuello y volví a hacerlo desde su cuello, luego sus labios y termine con un beso suave y tierno en su frente.
Me levante al cabo de unos minutos y prepare el desayuno para tres, porque conocía mi voracidad, llegue con huevos, tocino, jugo natural de frambuesas, tostadas y té con dos y media de azúcar para mí y doce gotas de endulzante para Francisca. La conocía más que a nadie, sabía que eran doce gotas ni una más ni una menos y que cuando lo probara me diría que estaba bien de dulzor.
Cuando llegue al cuarto Ella miraba la televisión y me dijo “pensé que te habías ido y me dejabas” luego me miró y sonrió coquetamente, no pude hacer más que dejar la bandeja en el suelo y abalanzarme sobre la cama, para terminar sobre ella y encajar mis labios en los suyos sin pronunciar palabra… luego desayunamos y escuchamos música relajada.
Arroje todos mis sentimientos sobre ella, sentimientos de calibre mayor, sentimientos fuertes y reales. Deslice mi mano sobre su frente y luego comencé a rodear su cabeza hasta llegar a su nunca, cuando ahí estuve, baje hasta su espalda y la apreté con fuerza, para que no me dejara ir jamás, le dije con mi corporalidad que la amaba. Luego me deje caer, nuevamente, sobre su pecho palpitante.
Mis palabras no salieron de mi boca, sino de mis manos, brazos, piernas, sexo, pecho, espalda, cabeza y estomago, pero aún así estaban llenas de significado, decía “¡Ey te amo!” “¡Ey te amo!”, en cada latido y tú las escuchabas y les respondías “Ey yo también”, “Ey yo también”, ¿qué más podría pedir?
Te comencé a ver como mi media naranja (así de cliché) y luego te sentí como mi amiga, con besos y que además me gustaba, era orgásmico de cierta forma, pero, pero, pero, siempre hay uno. Te entregaba mi vida; mi alma como comida básica y te dejaba mi cuerpo antes de cenar, como especie de tributo (aperitivo) a tus instintos más bajos… eres la única que sabe cómo hacer que me gusten las cosas que tú gozas.
Ya todo comenzaba a caer en la monotonía, eso me acongojaba, pero me alegraba el pensar que era la monotonía más hermosa y únicamente hermosa de mi vida, lo era y siempre lo fue, no existirá nada más hermoso que dormir junto a un tarro de parafina bien nuevo y tú. ¿Por qué carajo caí en esa monotonía? Por qué carajo me enamore de esa monotonía.
No vale la pena hacer un recuento después de un final, un final amargo, un final ácido, un final lleno de nudos de cuerdas vocales, un nudo de angustia eterna y prisionera, un final de lo más olvidable (tratar de hacerlo). No eres lo que tú crees ser, no eres lo que yo creía, no es rencor ciego, no es odio mudo, no es pena propia, es más bien honestidad directa, cruda y amor fuerte.
No sé en qué momento esto se torno doloroso, pero las lágrimas comenzaron a empapar las hojas, comencé a recordar los besos, los abrazos, tus labios, tus brazos… tu cariño; discreto y pequeño me había hecho sentirte más que nunca y sólo restaba decir que recordaría o jamás olvidaría a Francisca, a esa mujer que me hizo esperarla dos años y luego me dijo que ni en dos años más volvería a quererme. Porque lo dijo o a lo menos lo insinuó.
Las cosas ya agotadas, cansadas, tú y tu mirada aburridas de mí y mi mirada me decían vete lejos y sin vuelta, mas no podía, necesitaba tu adiós definitivo en letras grandes, que me digiera ya no te necesito, ya fue y no volverá. Necesitaba un agradecimiento formal y lejano que expresara asco, nauseas y otras cosas para poder decirme entre mi “no, no, no, no nunca será un sí” y pensar aún mientras me martirizara, por un momento fue un sí, pero lo arruine con mi cariño… mi cariño incondicional.
Ahora tú tienes a otro, tal vez más de uno, pero yo aún no tengo nada y espero jamás tenerlo, porque así podre seguir con mi vivo sentir por ti y por tu ser. Ahora te digo que fuiste mucho, que eres mucho y que serás por mucho algo mucho más importante que otras muchas cosas muy importantes (que manera de muchificar las cosas)
Francisca nunca te llamaste así, tu nombre empieza con C y termina con “amila”, tu nombre me hace pensar en la palabra amor, como un verso, como un beso, como un te quiero, pero sólo eso.

Gracias y ahora si te lo dejo con letras grandes para que lo leas, me enamore y nunca compartiste nada, porque no hay nada que compartir, me enamore y nunca deje un vacio en ese amor, nunca pensé que me harías el daño y el favor de sentir pasión y admiración en un mismo ser, un ser lindo, puro (no tanto), pero si un ser al que ame y le digo, “adiós, espero un hasta nunca, para alguna vez dar un beso y que tenga más dulzura que los besos tuyos que tanto extraño”
Lo último que puedo decir es que me haces sentir como una jirafa que cuando tú aprietas el botón se desarma y que deja caer su cuello por debajo de sus pies, que deja caer su vida por debajo de tus pies y que en cualquier momento espera volver a tener el colorido que alguna vez tuvo para poder tener los cojones de decir que lo enamoraste con tu ser… completo y complejo.

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